El 11 de mayo, día en la que la Asamblea del año XIII reconoció a la composición de Vicente López y Planes y Blas Parera como “Himno Nacional”, conmemoramos el Día del Himno Nacional. 

La letra, inspirada en los ideales y en el imaginario político de la Ilustración “igualdad, libertad y fraternidad”, apela con inusitada actualidad.

¡Libertad!, ¡Libertad!, ¡Libertad!

Oíd el ruido de rotas cadenas:

Ved en trono a la noble Igualdad.

Ese “grito sagrado” de libertad, adquiere real dimensión a partir de la igualdad.  Igualdad de oportunidades para que cada uno de los argentinos viva una vida digna, que se origina en el trabajo.  El trabajo es garantía de dignidad; de acceso a comida, salud, educación y vivienda, como  elementos básicos.  Pero también lo es, por la dignidad con que inviste a cada mujer y a cada hombre que trabajan.  Es ese genuino orgullo de generar con el hacer, el sustento propio, el de la familia, el de la comunidad.  “…Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante…”; afirma el Papa Francisco en Fratelli Tutti, la Encíclica del pasado 3 de octubre.

El trabajo es, sin duda, condición indispensable para ir en camino hacia la igualdad y la fraternidad.  Sólo así se alcanzará una real libertad.

Esa libertad, ese “grito sagrado”; es lo que proponemos rescatar en este día.

Gestemos trabajo.  Estaremos cimentando igualdad, fraternidad y libertad. 

Que esta jornada nos conduzca más allá de la reflexión, y aliente a la acción concreta.