A 64 años de su desaparición física

 

 

Sin su presencia en nuestra Patria el destino de los trabajadores, de los humildes, del país todo no hubiera sabido de entrega, de pasión, de lucha por la justicia social.

Ella fue y es por siempre Evita.

Para recordarla no hace falta escudriñar entre viejos anales, para sentir su viva presencia sólo hace falta levantar la vista y ver: en obras, las escuelas y los hospitales que a su impulso se crearon aún en los más recónditos lugares de nuestra Argentina y siguen erguidos acogiendo al pueblo; en reconocimientos sociales y laborales, a miles de trabajadoras y  trabajadores del país que lo hacen con la dignidad del trabajo amparado en sus Organizaciones Sindicales; en derechos civiles, a todas las mujeres argentinas que por su impulso accedieron al voto.

Su sensibilidad, su fortaleza y su amor al prójimo son nuestro faro; ese que adquiere mayor luminosidad en tiempos difíciles como el que  hoy vivimos.

En su  honor, que es el nuestro, debemos defender la dignidad del trabajador y de su familia, la capacidad de lucha por los ideales, las posibilidades de acceso a los bienes básicos para los más desposeídos. Si una enseñanza nos moviliza es la que comenzamos a conocer el 17 de octubre de 1945, cuando  su entereza, su fuerza y su convicción  iluminó la vida de nuestro país.