“No hay grandeza de la Patria a base del dolor del pueblo, sino a base de la felicidad del pueblo trabajador”, la afirmación de la Compañera Evita que fue parte de su último discurso, el del 1 de mayo de 1952, es claro reflejo de su desvelo de vida. A esa felicidad entregó sus horas y sus días con pasión inusitada. Trabajar por esa felicidad es el legado que dejó al movimiento obrero, junto al que también luchó sin descanso.
Se erigió como “puente” entre el pueblo trabajador y Perón.
Esta figura, es la que recurrentemente elegía Evita para definirse. Así también quedó grabado en letras de molde en “La Razón de mi Vida”: “La inmensa mayoría de los días soy Evita, puente tendido entre las esperanzas del pueblo y las manos realizadoras de Perón».
En su memoria y abrazando la realidad actual es indispensable ser puentes, puentes que permitan incluir e integrar a tantas argentinas y argentinos que sufren el olvido, que necesitan ser rescatados de la pobreza, que deben ser incorporados al trabajo, fuente de dignidad y único camino para la recuperación en primera etapa y luego felicidad del pueblo.
Al recordar el 69 Aniversario de la partida física de nuestra líder y Compañera Evita, reconfirmamos más que siempre, que es preciso trabajar sin descanso por su legado; por la felicidad del pueblo trabajador.