Este domingo se colma de color para festejar, como cada tercer domingo de agosto, el Día del Niño.
La celebración, en la que son agasajados los pequeños, fue concebida para promover la fraternidad y la comprensión de la infancia del mundo y destinada, también, al desarrollo de actividades para la promoción del bienestar y de los derechos de los niños.
Luego de la Primera Guerra Mundial surgió preocupación acerca de la necesidad de protección a los niños. El 12 de abril de 1952, la Organización de los Estados Americanos –OEA- y UNICEF redactaron la Declaración de los Principios Universales del Niño para protegerlos del maltrato y la desigualdad. Poco después, en 1954 la Asamblea General de las Naciones Unidas recomendó que todos los países instituyeran el Día del Niño en la fecha que consideraran conveniente con el objeto de trabajar por la felicidad de los niños en todo el mundo.
La tarea nos convoca a todos, sin distinciones para abrazar el compromiso de trabajar por los más pequeños. Para generar oportunidades de inclusión que contemplen acceso a una alimentación adecuada, salud y educación. Compromiso para revertir, desde nuestro trabajo, el flagelo de la pobreza que arroja al olvido a la infancia.