A las 19.05 horas del 13 de marzo de 2013, el Cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio fue ungido como el sucesor 266 de San Pedro.
Primer pontífice latinoamericano y jesuita de la historia, Francisco delineó, con humildad y determinación, su impronta de defensa de dignidad de la vida humana y del planeta, de una Iglesia más humilde, más social, más moderna y abierta.
Lo propicia a partir del diálogo y de la escucha que dan lugar al encuentro profundo, a la búsqueda de la paz, a la construcción de justicia.
Abre la discusión y el debate para encontrar desde la mirada compartida y el consenso, antídotos y sanación a las calamidades institucionales y sociales que asolan a la humanidad.
A pocos días del histórico encuentro con obispos de todo el mundo sobre abusos sexuales de la Iglesia, el sexto aniversario de su Pontificado, lo encuentra preocupado por este tema que sacude a la institución, por los migrantes en el mundo víctimas del olvido y del hambre, por las guerras regionales en diversos puntos del mundo, por el equilibrio del planeta. Sin duda temas centrales para caminar hacia la tan ansiada y soñada paz global.
Defensor del trabajo con fuente de dignidad de la personadesde sus albores como párroco, sostiene: “Trabajando nos volvemos más personas, nuestra humanidad florece, los jóvenes se vuelven adultos trabajando. Los hombres y las mujeres se nutren con el trabajo, como el trabajo es fuente de dignidad”.
“Recen por mí”, pide Francisco desde su primer día en el trono de Pedro. “Necesito que me sostenga la oración del pueblo”. Pedido profundo, simple, sencillo que recurre a la savia que lo nutre: la oración del pueblo.