La semana que transitamos, histórica y tradicionalmente “la semana de mayo” fue en 1810 el punto de inicial del proceso independentista que comenzó a germinar en esta tierra y que se concretó seis años después en Tucumán, el 9 de julio de 1816.

La gesta revolucionaria no fue de un día, aunque marquemos el 25 de mayo como “el día de la revolución”. Leudó al calor de los sueños de independencia de la corona, al contrapunto de ideas, al debate político, al clamor e interrogante de un pueblo:  “el pueblo quiere saber de que se trata”.

Como en mayo de 1810, apelemos al debate, al encuentro de puntos en común más allá de las diferencias, a crear desde la diversidad, a dar vida a la libertad que hecha raíces a partir del reconocimiento de la dignidad.  Gestemos una revolución del encuentro real que incluya y tenga como norte la justicia social única garantía de paz y libertad.  Reeditemos aquella libertad que proclamaron las autoridades y el pueblo en 1810.